Como sabemos, el sueño es una parte integral de la vida cotidiana, una necesidad
biológica que permite restablecer las funciones físicas y psicológicas
esenciales para un pleno rendimiento.
Cada noche, mientras
dormimos, pasamos por diferentes fases o estadios de sueño que se
suceden con un patrón repetido a lo largo de cuatro a seis ciclos de
sueño durante toda la noche. Todos estos estadios se incluyen en dos
grandes fases de sueño, con grandes diferencias en cuanto a actividad
muscular, cerebral y movimientos oculares.
De
modo resumido podríamos decir que dormimos para poder estar despiertos
por el día y que, precisamente porque estamos despiertos y activos
durante el día necesitamos dormir. El sueño es una necesidad básica del
organismo y su satisfacción nos permite la supervivencia. Todo lo que
pasa en el cuerpo humano guarda un equilibrio, y si falla este
equilibrio el organismo tratará por todos los medios de volver a
recuperarlo. Gracias a los experimentos de privación de sueño se ha
comprendido que cuando se elimina “completamente” la posibilidad de
dormir en un organismo, sobreviene la muerte. Cuando se le priva de
sueño temporalmente o parcialmente, es decir no se le deja dormir un
día, o no se le permite tener alguna fase concreta de sueño, en el
organismo se produce en respuesta un aumento de la fase que se ha
anulado y de la necesidad de sueño en los días posteriores a dicha
privación. Esto viene a confirmar que el organismo tratará por todos los
medios de conservar su equilibrio recuperando aquello de lo que se le
ha privado.
Las necesidades básicas de sueño para mantener las
funciones y supervivencia del organismo se sitúan sobre una media de 4 o
5 horas de sueño cada 24 horas. El resto de horas que dormimos
contribuyen a mejorar nuestro bienestar y mayor calidad de vida,
estimando que en una media de 8,3 horas podría encontrarse el punto
optimo de descanso. No obstante, es importante matizar que las
necesidades tanto básicas como opcionales de sueño para conseguir un
rendimiento y bienestar óptimo durante el día van a variar en cada
persona, e incluso una misma persona no tiene las mismas necesidades en
todos los momentos de su vida.
Como hemos repetido, el organismo trata
de mantener el equilibrio, y es precisamente esto lo que determina la
necesidad de sueño de cada organismo en cada momento (cuanto más
desgaste, mayor necesidad de sueño). Las horas necesarias de sueño son
aquellas que nos permiten estar bien durante el día, sin sentir
somnolencia hasta la noche siguiente.
La
privación voluntaria crónica de sueño, producirá cambios fisiológicos
(metabólicos, hormonales, etc.) que pueden precipitar enfermedades
físicas como la diabetes, o la hipertensión que disminuyen
ostensiblemente la calidad de vida. No se ha podido verificar una
relación clara entre falta crónica de sueño y la muerte (no sería ético
llegar a este punto en la experimentación), pero si se apunta una
relación entre falta de sueño y mayor incidencia de algunas enfermedades
médicas como las hormonales, cardiovasculares, inmunológicas, psiquiátricas,
etc.