Sin duda alguna el ser humano es
un ser social y como tal tiene unas arraigadas tendencias hacia la pertenencia
al grupo. Por otro lado, como seres racionales que somos tendemos a tratar de
anticipar lo que va a ocurrir para estar preparados y así actuar de una forma
más eficaz. Estas dos características hacen
que prestemos especial atención a lo que los demás opinan de nosotros, así como a las opiniones y comentarios que en
general hacen las personas relevantes en nuestro entorno sobre sucesos, eventos
y experiencias.
Por tanto, podemos decir que esta
tendencia nuestra tiene una explicación práctica que es la de prepararnos para
funcionar eficazmente, sin embargo, cuando esta propia capacidad nos lleva a
sentirnos mal constantemente debido a los pensamientos que nosotros generamos
sobre las opiniones escuchadas, llevándonos a sentir miedo, malestar, evitar
situaciones o condicionar nuestra manera de actuar, es entonces cuando
cometemos un grave error.
Bien es cierto que no podemos
controlar todo lo que nos diga la gente, podemos encontrarnos de repente enfrentando
comentarios y opiniones para los cuales no estamos preparados, puede que no
queramos escuchar opiniones que no compartimos e incluso tener que enfrentarnos
a formas distintas de ver las cosas. Pero lo que sí que podemos hacer es controlar
nuestras propias emociones al respecto. Es un error pensar que nuestro estado
emocional depende totalmente de los demás, ¿Por qué entonces una persona puede
molestarse muchísimo por un comentario y otra persona simplemente ni inmutarse?.
Por tanto, la forma en que nosotros mismos
valoramos las opiniones de los demás nos lleva a sentirnos de una u otra
manera.
Pero, ¿De qué depende mi valoración? Pues
principalmente de nuestros propios diálogos
internos. El diálogo que mantenemos con nosotros mismo es muy importante, ya
que todo lo que yo me diga tomará forma a través de mis creencias y mis
emociones. Por ejemplo; Si un amigo nos dice
que no está de acuerdo con nosotros, lo mas frecuente es que nos enfademos, de hecho, es
frecuente enfadarnos cuando vemos que las personas no ven las cosas de la misma
manera que nosotros, puede que pensemos- No valora lo que hago o no me entiende,
no ha pasado por lo que yo. Estos pensamientos seguramente nos lleven a
sentirnos frustrados, ya que la creencia o la idea en la cual nos hemos apoyado
para justificar su comentario es la de no me comprende. Y sin duda una persona
incomprendida debe sentirse realmente mal ¿No es así?
¿Qué ocurre entonces si cambiamos
nuestro propio dialogo?. Si tras el comentario de mi amigo pienso por ejemplo; -Ve las cosas diferente a mí porque somos
diferentes simplemente o como hemos vivido experiencias distintas el opina bajo
su propia experiencia. Entonces seguramente no me sienta tan mal ¿verdad?
Si somos capaces de controlar nuestra
manera de pensar, seremos capaces por tanto de controlar nuestras emociones e
impedir que las situaciones mal valoradas por nosotros mismos acaben
condicionando nuestro estado de ánimo, repercutiendo así también en mi forma de
actuar.
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