El término “cerebro reptiliano” conocido también por muchas personas como cerebro reptil fue
empleado por Paul MacLean cuando definió lo que se conoce como la teoría de los tres cerebros. Según Paul existían tres cerebros
separados (reptil, paleomamífero también llamado límbico y neomamífero o
neocórtex). Estos tres cerebros se encontrarían en
permanente comunicación, aunque conservarían cada uno un funcionamiento
autónomo, con su propia inteligencia, memoria y sentido del tiempo. Tan sólo en
los mamíferos superiores (primates y ser humano) estarían presentes los tres
cerebros, en otros seres vivos como las aves, los anfibios, los reptiles y los
peces encontraríamos sólo el “cerebro reptil”.
¿Pero,
qué es realmente el cerebro reptiliano?
Pues bien,
cuando hablamos de cerebro reptil nos referimos a la parte más primitiva de nuestro cerebro, la que se remonta a más de
doscientos millones de años de evolución y
que nos conecta con el hombre primitivo. Dirige parte de nuestro
comportamiento y es responsable de algunos de nuestros ritos y costumbres. Aquí
se procesan los instintos básicos de la supervivencia, como el deseo sexual, la
búsqueda de comida, o las respuestas agresivas y pasivas, tipo lucha o
huída. Respuestas que tienden a ser
automáticas y programadas.
Muchos experimentos
han demostrado que gran parte del comportamiento humano, se origina en zonas
profundamente enterradas del cerebro, que nos entronca con nuestras raíces, con
las tradiciones, con los rituales o con nuestro miedo al cambio, a lo novedoso.
Según el propio neurofisiológo
Paul MacLean 'Aun tenemos en nuestras cabezas estructuras cerebrales muy parecidas
a las del caballo y el cocodrilo'.
Por tanto, el
cerebro reptiliano regula las funciones
fisiológicas involuntarias de nuestro cuerpo siendo el responsable de la parte
más primitiva conocida como reflejo-respuesta. No piensa ni siente emociones, sólo actúa cuando nuestro cuerpo se
lo pide, siendo responsable además del control hormonal, la temperatura, el hambre, la sed, y la respiración…
¿Pero
por qué seguimos conservando esta parte de nuestro cerebro tan primitiva?
Como ya sabemos, el cerebro humano está formado por
varias zonas diferentes que evolucionaron en distintas épocas. Lo que ocurrió
es que cuando el cerebro de nuestros antepasados crecía y aparecía una nueva zona, generalmente la
naturaleza no desechaba las antiguas; en vez de ello, las retenía, formándose la sección más reciente
encima de ellas.
Y de hecho, esas primitivas partes del cerebro humano
siguen operando en concordancia con un estereotipado e instintivo conjunto de
programas que proceden tanto de los mamíferos que habitaban en el suelo del
bosque como, más atrás aún en el tiempo, de los toscos reptiles que dieron
origen a los mamíferos.
¿Cómo se relacionan estos
tres cerebros (Cerebro Límbico, Cerebro Cortical y Reptiliano)?
Encima del cerebro reptiliano, encontramos el
sistema límbico, el
almacén de nuestras emociones y recuerdos, y en él se encuentra la amígdala, considerada la
base de la memoria afectiva. Entre las funciones y las motivaciones del cerebro límbico están el miedo, la rabia, el
amor maternal o las relaciones sociales.
Y por último, encima de este sistema encontraríamos el neocórtex o cerebro racional,
que permite tener conciencia y controlar las
emociones, mientras
desarrolla capacidades
cognitivas como la memorización, concentración, autoreflexión, resolución de
problemas, habilidad de escoger el comportamiento adecuado…entre otros. Se
trataría de la parte consciente de la persona, tanto a nivel fisiológico como
emocional.
Como vemos a medida que el cerebro ha ido
desarrollándose ha ido asumiendo capacidades aún más complejas, yendo desde lo más
instintivo hasta lo más consciente y racional. Es por ello, que el primer y el
segundo cerebro se conocen como cerebro emocional inconsciente;
y el tercero, como cerebro
racional consciente.
Pero además, gran parte de la responsabilidad
de conseguir un estado de salud
integral en nuestro organismo recae en la amígdala
(sistema límbico), que condiciona nuestros sistemas
ejecutivos y de autocontrol emocional (neocórtex), a la vez que condiciona
nuestra salud física (reptiliano).
Un ejemplo lo tenemos cuando el estrés se
apodera de nosotros, ante esta situación nuestra amígdala se activa, por lo que esta sobreactivación
es interpretada como un funcionamiento fuera de lo habitual provocando que el
cerebro no procese adecuadamente la información sensorial que le llega a
través, principalmente, del oído, y de otros sentidos. Es entonces cuando la
persona reacciona con impulsividad bloqueándose las funciones del neocórtex. Los
sistemas ejecutivos y de autocontrol emocional, influirán negativamente en
nuestro bienestar y, en consecuencia, en nuestro rendimiento.
¿Qué podemos concluir de todo esto?
Sin duda, conocer el funcionamiento de
nuestro cerebro puede ayudarnos a entender muchas cosas, entre ellas nuestra
forma de comportarnos o relacionarnos, así como nuestras actitudes y nuestras respuestas.
Podemos entender entonces por ejemplo, que
cuando algo nos amenaza (tanto sea real como imaginario) la amígdala, que forma
parte de nuestro sistema límbico, activará una ruta neuronal de alerta, desactivando
momentáneamente nuestra parte más racional y consciente, nuestro neocórtex,
asumiendo el sistema límbico el control. En esos momentos la prioridad es la
supervivencia relacionada con nuestra parte más primitiva, por lo que es menos
necesario que nos paremos a pensar y reflexionar en situaciones de mucho estrés
o miedo.
Y es que, si nuestra amenaza es un coche a
alta velocidad, está muy bien no pararse a reflexionar y actuar por puro
instinto apartándonos rápidamente del peligro (Huida) sin embargo, cuando esa
amenaza es más compleja como una persona que nos mira mal, entonces también
saltarán nuestras alarmas, pero esta vez puede que nuestra respuesta sea estar
a la defensiva (Lucha).
Por ello la importancia de gestionar nuestras
emociones correctamente, porque muchas veces nuestro cerebro interpreta
situaciones cotidianas como amenazantes impidiéndonos reaccionar racionalmente,
haciendo que nos bloqueemos o por el contrario huyamos.
Necesitamos que nuestro neocórtex asuma el control
sobre nosotros ayudándonos a sopesar si esa persona realmente tiene malas
intenciones y que es lo más sensato y adecuado para nosotros.
Ayudar a que nuestro neocórtex retome el
poder sobre mis propias circunstancias, me ayudará a relajarme, tranquilizarme y
poder decir o hacer cosas que me beneficien, y en definitiva, demostrar todo aquello de lo que soy capaz.
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